martes, 21 de septiembre de 2010

Torela del ñoba

(Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia... e impura conciencia!)

Llegué al trabajo, durante uno de esos días lunes que uno quisiera olvidar. El fin de semana había resultado fantástico, tal es así que todo mi cuerpo se debatía aún entre la cama y la digestión, en especial en las tripas.
Se asoma la hora acostumbrada, después del desayuno y la lectura de los matutinos, y sonó el único llamado imposible de ignorar. Al parecer los jugadores estaban en el túnel, pero con sus hijitos, el cuerpo técnico, prensa, terna arbitral... desesperados por salir a la cancha.
Eran cerca de las 10:30 a.m. y corrí a los sanitarios cual gacela perseguida, así como si de ello dependiera mi vida.

Entro, apretando, y al ver los primeros casilleros ocupados, comencé a sufrir. Vi el tercero, libre, y me volvió el alma al cuerpo (que ya se había ido hace rato porque no encontró espacio). Claro, el inodoro del medio es el mejor: tiene más luz, traba en la puerta... pero hagamos "tripas corazón" (ay! mis tripas!).
Lienzos abajo y salió el demonio. Deberían poner música ambiental en los baños. El tema es cuando pasan los quebrantos, y uno comienza a usar de nuevo las neuronas; mirada hacia la izquierda, hacia la derecha... bolsillo uno, bolsillo dos... nada, no hay ni un pedazo de papel.
Lo único que tengo a mano es mi billetera. Mmm... bueno, que son dos pesos en la vida de un hombre; y Don Bartolomé Mitre conoció rincones de mi persona a los que nadie ha llegado antes. Listo, clin-caja, cadena y al desagüe.

Procedo a la retirada, habiendo despedido a los amigos del interior, y junto al último suspiro de alivio, veo cinco solitarios pesos; un billete doblado y tirado en el piso. San Martín me llamaba desde abajo, y en mi inocencia digo: "Mi sacrificio ha sido redituado con creces".
Me agacho, lo levanto, sólo para descubrir que está pegado a una extraña sustancia, y volverlo a dejar. Je, algún muchacho ya pasó antes por aquí, y encima sin cambio.

Así termina este ficticio "relato del baño", con un sencilla pero cierta lección: "Consuela tu pena, siempre alguien lo pasa peor".

3 comentarios:

Diego B. dijo...

e no me has hecho mear de la risa!

Letii dijo...

es muy bueno!! aajaja

Mai dijo...

Buenisimo Juanquiii